La Tabacalera de Lavapiés ofrece las mejores fotografías del pintor y fotógrafo madrileño
Color, espacio y tiempo son los tres elementos que José Manuel Ballester (Madrid, 1960) interrelaciona en su obra «Bosques de luz». Una obra que frecuenta tanto paisajes naturales como paisajes industriales y que se muestra desde el 7 de febrero y hasta el 28 de abril en la Tabacalera madrileña (C/ Embajadores, 51).
La última cena de Leonardo da Vinci recibe al visitante, pero José Manuel Ballestertambién cuida aquí su toque personal: Cristo y sus apóstoles desaparecen del cuadro. Con ello el fotógrafo no pretende exhibir una sensación de vacío sino «mostrar la condición humana a partir de las huellas de las personas». El paisaje, y no las personas, es el protagonista.
El resto de fotografías juegan constantemente con la capacidad analítica del espectador. El autor pasa del pincel al photoshop y del paisaje natural iluminado al espacio industrial decadente y sombrío en apenas segundos. La realidad ya no es tal y la ficción pasa a primer plano tras describir fotografías como «Amanecer en Suzhou» o «París desde Garnier».
Ciudades emblemáticas como Brasilia, Rio de Janeiro o la capital francesa muestran el proceso de globalización de la sociedad. Masificación de edificios, parques tecnológicos y luces constantemente encendidas exhiben la «artificialidad de la vida». En contraposición, la soledad del río Li o el progreso de construcción del Rijksmuseum de Amsterdam cuidan la naturalidad, la realidad y la individualidad en la fotografía de Ballester.
Otro de los elementos que aportan esencia a la obra fotográfica son los paisajes industriales. El autor justifica las centrales solares y las obras de construcción (como el espectador puede observar con fotografías del interior de Tabacalera) para dar imagen propia a elementos en los que la sociedad apenas repara unos segundos.
La diversidad que propone el autor para desarrollar tanto espacios naturales como industriales o espacios claros como oscuros permite «enriquecer la pintura» y acompañar al ser humano, como reconoce el propio José Manuel Ballester.
El ganador del Premio Nacional de Fotografía 2010 demuestra que la belleza puede consolidarse en una fotografía en diferentes sentidos, momentos y lugares. El pasado y el presente se superponen, el futuro se destapa y la poesía también penetra en una obra tan abstracta como representativa de las diferencias sociales.
«He reflexionado mucho sobre qué papel puede jugar el arte en el futuro y lo que es seguro es que para sobrevivir tiene que demostrar su necesidad y utilidad en la sociedad a la que pertenece» reconoce Ballester. Y no le falta razón cuando señala la necesidad y utilidad del arte para la sociedad. Su obra, serena y enigmática, no quedará en el olvido.