Etiquetas
centro histórico, nomentana, roma, tiburtina, vida cotidiana
Alejada del centro histórico. Periferia romana en estado puro. Calles interminables cruzándose unas con otras. Coches a todas horas pasando junto a la ventana, impidiendo la concentración necesaria para inspirarse y escribir con rigor. Una estación importante, la de Tiburtina, de la que se nutren los empresarios y turistas (sobre todo italianos) para iniciar sus viajes a las regiones de la Toscana, Abruzos o Calabria o, un poco más lejos, la Campania, Lombardía o el Piamonte.
Ahí, está mi habitación. Mi casa. Mi mesa. Mi Vietnam, como diría Enric González. Describirlo como el Villaverde romano no son palabras mayores, aunque la conexión es infinitamente mejor que el barrio madrileño. Aun así, sus calles, prolongadas hasta el extremo, se disfrazan por el día para dar paso a una noche totalmente diferente. Inseguridad. Desgracia. Pobreza.
A pesar de ello, apasiona poder disfrutar una cultura diferente, fijarse en sus gestos o escuchar cualquier conversación cotidiana. Riqueza cultural. Gracia. Seguridad. Pueden ser tres sentimientos elevados al infinito si uno mismo se permite adentrarse entre sus gestos. Ser uno más para poder comprender.
El miedo a lo desconocido fortalece a las personas y les ayuda a entender de una forma más eficaz su entorno, el contexto. O te acaba hundiendo. Pero tú decides qué camino debes tomar.
Oportunidad.