Alejada del centro histórico. Periferia romana en estado puro. Calles interminables cruzándose unas con otras. Coches a todas horas pasando junto a la ventana, impidiendo la concentración necesaria para inspirarse y escribir con rigor. Una estación importante, la de Tiburtina, de la que se nutren los empresarios y turistas (sobre todo italianos) para iniciar sus viajes a las regiones de la Toscana, Abruzos o Calabria o, un poco más lejos, la Campania, Lombardía o el Piamonte.
Ahí, está mi habitación. Mi casa. Mi mesa. Mi Vietnam, como diría Enric González. Describirlo como el Villaverde romano no son palabras mayores, aunque la conexión es infinitamente mejor que el barrio madrileño. Aun así, sus calles, prolongadas hasta el extremo, se disfrazan por el día para dar paso a una noche totalmente diferente. Inseguridad. Desgracia. Pobreza.
A pesar de ello, apasiona poder disfrutar una cultura diferente, fijarse en sus gestos o escuchar cualquier conversación cotidiana. Riqueza cultural. Gracia. Seguridad. Pueden ser tres sentimientos elevados al infinito si uno mismo se permite adentrarse entre sus gestos. Ser uno más para poder comprender.
El miedo a lo desconocido fortalece a las personas y les ayuda a entender de una forma más eficaz su entorno, el contexto. O te acaba hundiendo. Pero tú decides qué camino debes tomar.
Este artículo pertenece a un trabajo para la asignatura Estructuras y efectos informativos del sistema de medios que se imparte en la Universidad Carlos III de Madrid. Como autor de dicho artículo, he querido compartirlo en la Web, ya que el tema es interesante y merece la pena ser trasladado a este espacio globalizado.
El artículo hace referencia al discurso introductorio de la película Buenas noches y buena suerte (2005) en la que el protagonista, Edward R. Murrow hace claras referencias a la crisis del periodismo de los años cincuenta en Estados Unidos. A partir de ahí, un servidor analiza, desde su punto de vista, la situación de entonces y la actualidad, que guardan evidentes semejanzas. Aquí el discurso:
Y aquí, el artículo:
El discurso de Eduard R. Murrow, un prestigioso periodista y presentador televisivo de los años cincuenta en los Estados Unidos, que realiza al principio de la película Buenas noches y buena suerte (2005) invita a la reflexión en torno a los medios de comunicación del momento y, también, actuales. El desarrollo de las comunicaciones y la tecnología en la segunda mitad de siglo XX y los primeros años del nuevo siglo XXI no han reforzado la pluralidad informativa deseada pero sí han provocado una mayor concentración entre los grupos de comunicación.
Las sinergias, las economías de escalas y las integraciones tanto verticales como horizontales han permitido a los grandes grupos y conglomerados diversificarse en ámbitos como el audiovisuales, la prensa escrita, las discográficas y hasta permitir crear parques temáticos para aumentar sus beneficios (como pueden ser los casos de los conglomerados Disney y Time Warner, dos de los mayores grupos de comunicación del mundo).
Es sintomático que el periodista se refiera, en primer lugar, a los entramados creados “entre emisoras, agencias de publicidad y patrocinadores” cuando, por aquella época, la pluralidad era más evidente que en estos momentos. Como se destaca en el libro de investigación Los dueños del periodismo (2010) de Ramón Reig, los grupos de comunicación tienden a formar alianzas o joint ventures y a unir redacciones para reducir gastos de producción, distribución, publicación o emisión.
Si ha habido una evolución en los medios, ésta no ha sido positiva. El surgimiento de escasos grandes grupos de comunicación (tanto a niveles nacionales como mundiales) imposibilita la pluralidad de opiniones e informaciones. Como se destaca en otro libro de investigación de Ramón Reig, La telaraña mediática (2010), el método inductivo (de lo particular a lo general) define este entramado en el que el periódico local puede estar conectado e hipervinculado con uno de los conglomerados extranjeros más poderosos.
Posteriormente, el periodista indica los fallos del periodismo del momento. Eso sí, lo hace de forma individual, hablando en primera persona tanto del singular como del plural, evitando poner en boca de los sujetos empresariales sus palabras. Tanto entonces como ahora, el periodista como individuo se ve abocado a su propia y común desintegración del periodismo y es únicamente a partir de casos individuales donde uno se puede salvar de la manipulación, desinformación impuesta por los empresarios a los que les interesa el beneficio económico y no la información. “Los consumidores son el medio y la publicidad, el fin” decía Redstone (Viacom CBS). Por desgracia, su afirmación se cumple al pie de la letra. De nuevo tanto entonces como ahora.
Tras ello, Eduard R. Murrow critica el estado de la propia sociedad. Señala a los medios de comunicación como reflejo de la situación social. Opulencia, comodidad y autocomplacencia son los adjetivos que utiliza para manifestar su opinión sobre la sociedad estadounidense de los años cincuenta del pasado siglo. En la actualidad, esos adjetivos se mantendrían o, probablemente, habrían aumentado. Aunque la apreciación pueda sonar deshonesta (la mano que le da de comer al fin y al cabo es la audiencia), lo cierto es que su afirmación es un ejemplo veraz y apropiado para destacar lo que ocurre.
Gran parte de la sociedad, por desgracia, desconoce lo que ocurre en el mundo y apenas se interesa por la situación de los demás (aunque gracias a pequeños grupos o iniciativas, tanto de comunicación como social, la situación se esté revirtiendo). A ello, sin lugar a dudas, han contribuido los grupos de comunicación. El ejemplo particular (para evitar generalizar) lo vemos en España, donde tres, cuatro medios (con distintas ideologías) emiten una misma información a partir de diferentes contextos e interpretaciones. La Constitución española de 1978 recoge en su artículo 20 el derecho a la libertad de información y, también, a la libertad de opinión (en puntos separados y como conceptos distinguidos). Mientras la libertad de información no parece haberse asentado en el país, la segunda se introduce y se superpone en la primera; aunque quieran vender información donde se ofrece interpretación, opinión y manipulación.
Finalmente, y como punto más trágico, se debe señalar su intervención final, donde hace referencia al enfoque televisivo, a la necesidad de cambiar de parecer y evitar, a partir de ahí, el error de producir en vez de servir. Y es que las noticias no deben ser un producto sino un servicio al ciudadano y a la sociedad en general. El negocio periodístico (los empresarios), desde entonces y hasta ahora, se ha visto abocado a la necesidad de producir beneficios por encima de la información. El espectáculo y el entretenimiento han vendido más que un buen informativo y los empresarios no están dispuestos a perder dinero para culturizar e informar a un grupo minoritario de la población cuando pueden generar ingresos con el amarillismo y el sensacionalismo (Rupert Murdoch puede ser un buen ejemplo de ello).
En la actualidad, la convergencia digital ha abierto un espacio plural y diversificado de información. Pese al exceso de información (sobreinformación), la capacidad de elección del usuario le hace más fuerte y más seguro. Hay más fuentes, más noticias, más medios y más canales, pero el usuario tiene el poder con un simple click y debe utilizarlo en su beneficio tanto particular como comunitario. De esta manera, se podría decir que aquellos que tienen el poder económico dominan las mentes de la sociedad, pero lo cierto es que son aquellos quienes poseen el poder cultural y de la inteligencia los que pueden cambiar la afirmación.
Unos pocos pueden llegar a un amplio abanico de la sociedad. Deben aprovechar el momento actual de crisis y de malestar para convencer a través de la verdad y el poder del conocimiento. Y aunque suene muy utópico, es posible realizarlo si todos se unen en favor de la información y en detrimento del negocio pero, para ello, todos deberíamos remar en la misma dirección.